Las nuevas políticas sobre Eficiencia Energética promueven un cambio en nuestros hábitos y nuestra conducta con el loable fin de lograr un ahorro en el consumo energético, y en consecuencia, una mayor sostenibilidad y sensibilidad medioambiental.
En España, el IDAE (Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía) ha aprobado los procedimientos CE3 y CE3X para calificar energéticamente los edificios existentes en función de la cantidad de CO2 que su uso cotidiano produce a la atmósfera, o dicho de otra forma más perceptible, en función de su consumo energético.
Aproximadamente el 70% de la demanda energética de un edificio se debe a la necesidad de climatizarlo, ya sea mediante refrigeración, calefacción o ambas. En este sentido verdicittá siempre ha abogado por el empleo de árboles de hoja caduca como sistema pasivo de climatización. En verano, la frondosa copa de los árboles protegen el edifico del sol, y en invierno, sus peladas ramas permiten pasar los tenues rayos solares para calentar la edificación, consiguiendo así un óptimo nivel de confort de forma natural. A esto hay que añadirle que ese árbol consume CO2 y produce oxígeno con lo que el efecto es doble.
Pues bien, este sistema propio de una eficiente y tradicional Arquitectura Bioclimática no está considerado por ninguno de los procedimientos anteriormente mencionados, lo cual constituye una verdadera contradicción. Si nos acogemos a los métodos reconocidos por ambos procedimientos para conseguir una mejora en la calificación energética de nuestra vivienda, es prefrible talar un árbol y construir un parasol antes que favorecer su desarrollo y disfrutar de sus numerosas ventajas.
Es en este punto cuando cabe preguntarse... ¿dónde está la sensibilidad medioambiental de las actuales políticas sobre Eficiencia Energética?
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